A. LA CONTROVERSIA ARRIANA.
El
término arrianismo se deriva de Arria, obispo de Alejandría, cuyos puntos de
vista fueron condenados en el Concilio de Nicea en el 325 d.C., y que murió en
el 336 d.C. Arria enseñaba que Dios Padre en cierto momento creó al Hijo, y que
antes de ese tiempo el Hijo no existía, ni tampoco el Espíritu Santo, sino sólo
el Padre.
Por
tanto, aunque el Hijo es un ser celestial que existía antes que el resto de la
creación y que es mucho mayor que todo el resto de la creación, con todo no es
igual al Padre en todos sus atributos; se puede incluso decir que es «como el
Padre» o «similar al Padre» en su naturaleza, pero no se puede decir que sea
«de la misma naturaleza» como el Padre.
Los
arrianos dependen fuertemente en pasajes que llaman a Cristo el Hijo
«unigénito» de Dios Gn 1: 14; 3: 16, 18; 1a Jn 4: 9). Si Cristo fue
«engendrado» por Dios Padre, razonaban, eso debe querer decir que Dios Padre le
dio la existencia (porque la palabra «engendrar» en la experiencia humana se
refiere al papel del padre en la concepción del hijo).
En
Colosenses 1: 15 hay respaldo adicional para el concepto arriano: «Él es la
imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación». ¿Acaso la
expresión «primogénito» aquí no implica que el Hijo fue en un punto traído a existencia
por el Padre?24 Y si esto es verdad del Hijo, necesariamente debe ser cierto
del Espíritu Santo también.
Pero
estos pasajes no nos exigen creer la posición arriana. Colosenses 1: 15, que llama
a Cristo «el primogénito de toda creación», se entiende mejor si se dice que quiere
decir que Cristo tiene los derechos o privilegios del «primogénito»; es decir, de
acuerdo al uso y costumbre bíblicos, el derecho de liderazgo o autoridad en la
familia de la generación de uno. (Note Heb 12: 16 en donde se dice de Esaú que
vendió su «primogenitura»; la palabra griega prototokia es cognada del término
prototokos «primogénito» en Col 1:15).
Así
que, Colosenses 1: 15 significa que Cristo tiene los privilegios de autoridad y
gobierno, privilegios que le pertenecen como «primogénito», pero con respecto a
toda la creación. La NIV en inglés traduce esto en forma útil: «el primogénito
sobre toda creación.
En cuanto
a los pasajes que dicen que Cristo fue el «Hijo unigénito» de Dios, la iglesia
primitiva sintió tan fuertemente la fuerza de muchos otros pasajes que
mostraban que Cristo era plena y completamente Dios, que concluyeron que, lo
que sea que «unigénito» significara, no significaba «creado».
Por
consiguiente el credo niceno en 325 afirmó que Cristo era «engendrado, no
hecho»:
Creemos En Un Dios, Padre Todopoderoso, Hacedor De Todas Las Cosas
Visibles E Invisibles, Y En Un Señor Jesucristo, Hijo De Dios, Engendrado Del Padre,
El Unigénito; Es Decir, De La Esencia Del Padre, Dios De Dios, Luz De Luz, El
Mismo Dios Del Mismo Dios, Engendrado, No Hecho, Pues Es De Una Sustancia
(Jomoousion) Con El Padre.
Esta
misma frase la reafirmó el concilio de Constantinopla en 381. Además, la frase
«antes de todos los siglos» se añadió después de «engendrado del Padre», para mostrar
que ese «engendrado» fue eterno. Nunca empezó a suceder, sino que es algo que
había sido eternamente verdad de las relaciones entre el Padre y el Hijo.
Sin
embargo, la naturaleza de ese «engendrado» nunca se ha definido muy claramente,
aparte de decir que tiene que ver con las relaciones entre el Padre y el Hijo, y
que en algún sentido el Padre ha tenido eternamente primacía en esa relación.
En
repudio adicional a la enseñanza de Arria, el credo niceno insistía que Cristo era
«de la misma sustancia que el Padre». La disputa con Arria tenía que ver con dos
palabras que se hicieron famosas en la historia de la doctrina cristiana,
homoousios (de la misma naturaleza) y homoiousios (de naturaleza similar).
La
diferencia depende del significado diferente de dos prefijos griegos: homo que
quiere decir «mismo», y homoi- que quiere decir «similar». Arria se contentaba
con decir que Cristo era un ser celestial sobrenatural y que fue creado por
Dios antes de la creación del resto del universo, e incluso que era «similar» a
Dios en su naturaleza.
Por
tanto, Arria aceptaba la palabra homoiousios. Pero el concilio de Nicea en 325
y el concilio de Constantinopla en 381 se dieron cuenta de que esto no era
suficiente, porque si Cristo no era exactamente de la misma naturaleza del
Padre, no es plenamente Dios.
Así
que ambos concilios insistieron en que los creyentes ortodoxos confiesen que
Jesús es homoousios de la misma naturaleza de Dios Padre. La diferencia entre las
dos palabras era sólo una letra, la letra griega iota, y algunos han criticado a
la iglesia por permitir que una disputa doctrinal sobre una sola letra consuma tanta
atención durante la mayor parte del siglo IV d.C.
Algunos
se han preguntado: «¿Podría algo ser más necio que discutir por una sola letra
en una palabra?» Pero la diferencia entre las dos palabras era profunda, y la
presencia o ausencia de la iota realmente marcaba la diferencia entre el
cristianismo bíblico, con una doctrina verdadera de la Trinidad, y una herejía
que no aceptaba la plena deidad de Cristo, y por consiguiente no era trinitaria
y a la larga destructiva para toda la fe cristiana.
NOTA: Algunos de los dirigentes que formaron este
grupo habían sido anteriormente obligados a salir de las Asambleas de Dios
cuando las Asambleas decidieron insistir en una declaración trinitaria de fe
para sus ministros en 1916.
A la Iglesia Pentecostal Unida a veces se la identifica
con el eslogan «Jesús solo», e insiste que las personas deben ser bautizadas en
el nombre de Jesús, y no en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Debido
a su negación de tres personas distintas en Dios, a la denominación no se le
debería considerar evangélica, y es dudoso si se la debería considerar
genuinamente cristiana en última instancia.
Los arrianos también usaban Pr 8: 22, y ganaron
respaldo del hecho de que la Septuaginta equivocadamente tradujo: «El Señor me
creó» (gr, ktizo, antes que «El Señor me adquirió o me poseyó» (gr. ktaomai.
Vea la explicación de este versículo arriba, pp. 229-30.
Los Testigos de Jehová, que son arrianos del día
moderno, también señalan a Ap 3: 14, en donde Jesús se llama a sí mismo «el
principio de la creación de Dios» (RVR), y lo toman como queriendo decir que
<Jesús fue creado por
Dios como el principio de las creaciones invisibles
de Dios» (no se menciona autor, Should You Believe in the Trinity? [Watch Tower Bible and Tract Society, Brooklyn, N.Y., 1989J, p. 14). Pero este versículo
no quiere decir que Jesús fue el primer ser creado, porque la misma palabra
para «principio» (gr. arqué) la usa Jesús cuando dice que él es «el Alfa y la
Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin» (Ap 22: 13), y «principio»
aquí es sinónimo de «Alfa» y «primero». Dios Padre similarmente dice que sí
mismo: «Yo soy el Alfa y la Omega» (Ap 1: 8). En ambos casos ser «el Alfa» o
«el principio» quiere decir ser el que estaba allí antes de que alguna otra
cosa existiera.
La palabra no implica que el Hijo fue creado o que
hubo un tiempo cuando empezó a ser, porque tanto que el Padre y el Hijo siempre
han sido «el Alfa y la Omega» y «el principio y el fin», puesto que han
existido eternamente. (El historiador judío Josefa usa la misma palabra para
llamar a Dios el «principio (arqué) de «todas las cosas», pero ciertamente no
piensa que Dios mismo fue creado: vea Against Apion 2.190.)
La NVI traduce este versículo diferentemente: «el
soberano de la creación de Dios». Este es un sentido alterno aceptable para
arqué; vea el mismo significado en Lc 12:11; Tit 3:1.
Esta es la forma original del credo niceno, pero
más tarde fue modificado en el concilio de Constantinopla en 381 y allí tomó la
forma que las iglesias de hoy conocen comúnmente como el «credo niceno». Este texto se toma de Philip Schaff, Creeds of Christendom 3 vals. (Baker, Grand
Rapids, 1983 reimpresión de la edición de 1931), 1:28-29.
Traducciones más antiguas de homousios a veces usan
el término «cosustancial, palabra castellana no común que simplemente significa
«de la misma sustancia o naturaleza».
B. SUBORDINACIONISMO.
Al
afirmar que el Hijo era de la misma naturaleza que el Padre, la iglesia
primitiva también excluyó una doctrina falsa relacionada, es decir, el subordinacionismo.
En tanto que el arrianismo sostenía que el Hijo fue creado y no era divino, el
subordinacionismo sostenía que el Hijo era eterno (no creado) y divino, pero
con todo no igual al Padre en ser o atributos; el Hijo era inferior o «subordinado»
en ser a Dios Padre.
El
padre de la iglesia primitiva Orígenes (ca. 185-254 d.C.) abogaba una forma de
subordinacionismo que sostenía que el Hijo era inferior al Padre en ser, y que
el Hijo eternamente deriva su ser del Padre. Orígenes intentaba proteger la
distinción de personas y escribía antes de que la doctrina de la Trinidad fuera
claramente formulada en la iglesia. El resto de la iglesia no le siguió sino
que en el concilio de Nicea claramente rechazó su enseñanza.
Aunque
muchos de los dirigentes de la iglesia primitiva contribuyeron a la formulación
gradual de una doctrina correcta de la Trinidad, el más influyente de todos fue
Atanasia. Tenía sólo veintinueve años cuando llegó al concilio de Nicea en 325
d.C., todavía no como miembro oficial sino como secretario de Alejandro, obispo
de Alejandría.
Sin
embargo, su mente aguda y capacidad de escribir le permitió tener una
influencia importante en el resultado del concilio, y él mismo llegó a ser
obispo de Alejandría en 328. Aunque en Nicea fueron condenados, los arrianos rehusaron
dejar de enseñar sus puntos de vista y usaron su considerable poder político en
toda la iglesia para prolongar la controversia por la mayor parte del resto del
siglo IV.
Atanasia
llegó a ser el punto focal del ataque arriano, y dedicó toda su vida a escribir
y enseñar en contra de la herejía arriana. «Lo persiguieron con cinco exilios
que abarcaron diecisiete años de huir y esconderse», pero, por sus incansables esfuerzos,
«casi por sí solo Atanasia salvó a la iglesia del intelectualismo pagano».
El
«credo atanasiano» que lleva su nombre no se piensa hoy que proceda de Atanasia
mismo, pero es una afirmación muy clara de la doctrina trinitaria que ganó uso
creciente en la iglesia desde alrededor del 400 d.C. y en adelante y todavía se
usa en las iglesias católica y protestante hoy.
NOTA: La herejía del subordinacionismo, que
sostiene que el Hijo es inferior en ser al Padre, se debe distinguir claramente
de la doctrina ortodoxa de que el Hijo es eternamente subordinado al Padre en
papel o función; sin esta verdad perderíamos la doctrina de la Trinidad, porque
no tendríamos ninguna distinción eterna personal entre el Padre y el Hijo, y no
serían eternamente Padre e Hijo. (Véase sección D. abajo sobre la diferencia
entre el Padre, el Hijo, y Espíritu Santo).
C. ADOPCIONISMO.
Antes
de dejar la discusión del arrianismo, hay que mencionar una enseñanza falsa
relacionada. El «adopcionismo» es el concepto de que Jesús vivió como un hombre
ordinario hasta su bautismo, pero que Dios «adoptó» a Jesús como su «Hijo» y le
confirió poderes sobrenaturales. Los adopcionistas no sostienen que Cristo
existió antes de que naciera como hombre; por consiguiente, no piensan que
Cristo fue eterno, ni piensan que es el ser exaltado y sobrenatural creado por
Dios que sostienen los arrianos.
Los
adopcionistas piensan que incluso después de que Jesús fue «adoptado» por Dios
como el «Hijo», no fue divino en su naturaleza, sino solamente un hombre
exaltado a quien Dios llamó su «Hijo» en un sentido único.
El
adopcionismo nunca logró la fuerza de un movimiento como el arrianismo, pero
hubo algunos que sostuvieron ideas adopcionistas de tiempo en tiempo en la iglesia
primitiva, aunque sus puntos de vista nunca se aceptaron como ortodoxos.
Muchos
en tiempos modernos que piensan que Jesús fue un gran hombre, alguien a quien
Dios concedió poderes de manera especial, pero que no era realmente divino, caerían
en la categoría de adopcionistas. La hemos colocado aquí en relación con el
arrianismo porque esta noción también, niega la deidad del Hijo (y, de modo
similar, la deidad del Espíritu Santo).
La
controversia sobre el arrianismo llegó a su cierre en el concilio de
Constantinopla en e1381 d.C. El concilio reafirmó las declaraciones nicenas y
añadió una declaración de la deidad del Espíritu Santo, que había caído bajo
ataque en el período desde Nicea. Después de la frase «y el Espíritu Santo»,
Constantinopla añadió: «el Señor y Dador de la vida; que procede del Padre, que
con el Padre y Hijo juntos es adorado y glorificado; de quien hablaron los
profetas».
La
versión del credo que incluye las adiciones de Constantinopla es lo que
comúnmente se conoce hoy como el credo niceno (vea en la p. 1232 el texto del
Credo Niceno).